Aquí tres jovencitos nórdicos perdidos en sus circunstancias, aprendiendo, deambulando (por Paris, Berlin, Nueva York), confundidos, caprichosos, sinceros, amantes ocasionales, amigos y residentes en Estocolmo. Thora y August se conocen desde pequeños, Hugo es un extraterrestre llegado a la capital sueca y a unos círculos sociales que le son totalmente ajenos. Atraído como una polilla a la luz, su vida comienza a girar en torno a, en torno a no sabe muy bien qué.
Un argumento que no puede estar más alejado de mi vida. La de aquí, la de ahora. Pero aún así disfruto con esta novela que fluye, que se lee con interés, con un buen dominio del diálogo por parte de la autora y con el personaje de Hugo, avanzando a trompicones entre todo lo nuevo que le sucede y su poca capacidad de procesarlo. Los semestres de la universidad, las reuniones familiares, las costumbres sociales suecas, la despreocupación por el futuro de quién nunca tendrá problemas, hasta el enfado testarudo de Thora y la confesión final de August a Frances (who´s that girl?)… me ha producido nostalgia. De algo que no he vivido, de algo que sólo pasa en el papel y eso es algo que siempre, siempre, me gusta.
Trate de mostrarme tranquilo y pasaron unos segundos antes de que me diera cuenta de que estaba conteniendo la respiración. Luego lancé un profundo suspiro e hice un gesto con las manos para mostrar que no sabía cómo responder a eso. Ante mí, vi nuestra relación como si fuera algo resbaladizo que se me escapaba de las manos mientras ella la pisoteaba, como si no significara nada.
-Nunca he creído que me necesitarás – le dije dándole la espalda.