Hace unas semanas estuve en la gala de la Asociación de Periodistas de Aragón y el Colegio Profesional de Periodistas, entregaban el Premio Periodistas de Aragón-Ciudad de Zaragoza a Mme. Puisac como directora de la serie La Transición en Aragón y ni yo ni nadie (nadie) podíamos perdérnoslo.
No sabría muy bien deciros el por qué, pero estaba orgulloso. Desde antes que subiera al escenario, al verla brillar entre los invitados, besos y saludos, ya estaba orgulloso. Después sentado junto a su familia, que siempre tienen una butaca disponible al lado, un plato en la mesa el día de sanlorenzo o una furgoneta dispuesta para una mudanza aventurera, miraba orgulloso como se desenvolvía frente a los micrófonos (los micrófonos). No le tembló la voz, no se olvidó de nadie del equipo, defendió su empeño de años porque el programa viese la luz, le dio tiempo a dar las gracias a sus más cercanos, hizo un alegato a favor del periodismo comprometido y de puesta en valor de todas las personas que luchan por hacer de este un mundo mejor. Creí reventar del orgullo. ¡Booooooooom!.
Aquí Pasolini y la Callas orgullosos de sus perretes con las islas griegas de fondo.
Después le he estado unos días dando vueltas a esto del orgullo. A ver, no tengo razones para estar orgulloso de su premio, no le he enseñado nada, escasamente conozco su medio, un medio del que consumo poco por decir algo (nada). Tampoco hemos tenido una conversación iluminadora a las tantas de la madrugada frente a un lago (con guitarras en la noche, compartiendo un cigarrillo), ni le he hecho un regalo oportuno que despertase una pasión en ella adormilada… así que supongo que mi orgullo viene solo de estar ahí. Del amor incondicional y de mi admiración total por la confianza que demuestra en todas las facetas de la vida. Con un apellido u otro, es y será una grande de lo que se propoga. También estos días me ha dado por pensar en la gente que se siente orgullosa de cosas que otros han hecho, de pertenecer a un país, de poner en el balcón un trapo (bandera), de ese premio especial fin de carrera a una amiga, de las gestas de sus antepasados, de los once títulos de Nadal en París y os pregunto yo ahora (por veinticico pesestas) ¿esto es orgullo o una especie de felicidad disociada?.
“El mayor agradecimiento por este premio va dirigido a todos los que en los años 70 soñaron con un mundo pleno de libertades y lucharon por ello desde sectores como los sindicatos agrarios, los púlpitos, los colectivos de mujeres y, por supuesto, desde los medios de comunicación”