El finde por casa

Mi sobrino sale en un anuncio de la televisión autonómica. Como no consumo lo vi cuando me lo enviaron por WhatsApp. Hasta ahí todo más o menos normal. Lo que no es normal es que cuando voy al pueblo, mi madre vea el anuncio al mediodía y a la noche. Sabe perfectamente cuando lo ponen y nos obliga a dejar lo que estemos haciendo porque sale su nieto en la tele. Estoy pensando que igual la pueden contratar si quieren hacer un remake, porque este yo creo se lo sabe de memoria.

Domingueando

Aún con el concierto de Rosendo en el retropaladar, dormito en mi habitación, leo, hago cuatro dibujetes… cuando de repente oigo a mi madre que al pasar frente al espejo dice “¡Ayh que caraaaaaaaaa! Si parezco una abuela. Me estoy quedando como Casimira, encogideta, no lo entiendo yo esto…”. Sí, mi madre que tiene ochenta años y sigue pensado que lo de envejecer no va con ella.

Del cuaderno azul…

Últimamente cada vez que voy al pueblo sudo el Mediterráneo. Y no siempre es en el huerto. Mi madre tiene una infinita capacidad de invención para los y trabajos forzados domésticos. Le hemos metido mano al granero, a la habitación pequeña, montado estanterías, cambiado macetas… y a mí me ha tocado poner orden entre las muchas cajas que acumulo. Cajas que bajaron de Jaca y otras de Huesca. Cientos de discos, libros, recortes, figuritas, entradas de espectáculos, fotos y cartas. Muchas cartas. Con estas me pasó algo extraño. En los remites leía algunos nombres que no reconocía y otros con los que incluso me extrañaba haber tenido alguna cercanía. Que cosas tiene la memoria. He tirado muchas cosas, he reciclado otras tantas y entre tanta acción, he tomado la decisión de abrir (¡al fin!) un perfil en Facebook. Supongo que de alguna manera es lo mismo que tener esas cajas con cartas extrañas. Pero de forma tecnológica. Yo nunca he estado en contra de la tecnología. Nunca en contra del mañana. Yo siempre a favor. A ver si antes de que acabé el 2013 me pongo a ello.

*  *  *

PEATONALIZACIÓN (basado en hechos reales): Y cuando despertó el PP lo había pintado todo de azul.

*  *  *

Fui a una inauguración el miércoles. La gente bebía vino del caro en la acera y controlaba por el rabillo del ojo lo que hacía cada uno de los grupitos que se habían ido formando. Un artista, que no era el inaugurador, me cantó una canción al oído. Estaba trabajando en ella me dijo. Era finales de octubre y todavía hacía calor. No teníamos razones especiales para el optimismo, pero a todos se nos escapaba la sonrisa.

*  *  *

A veces me pregunto si es en el momento de ponerse las manoletinas y los pendientes de perla, cuando las jóvenes oscenses renuncian a sus sueños.

observando

Avellanas garrapiñadas

Muchos días sin escribir, entre el frío, organizar papeles, las tareas siempre pendientes y trabajar un poquico… no llego a todo. Además llevo unos días detrás de una receta para poner en el blog e inaugurar así otra nueva sección. Resulta que el otro día al volver del pueblo, entre verduras varias, magdalenas y huevos de corral, encontré una sorpresa. Mi madre había metido un bote de algo que parecían almendras garrapiñadas, pero especialmente feas. ¡Redios eran avellanas! así que la llame para ver si era cierto lo que veían mis ojos y de paso hacerme con la receta y colgarla en el blog. El resultado: empate. Estaba en lo cierto con lo de las avellanas y según ella no le habían salido muy bien porque era la primera vez que lo hacía, pero de darme la receta nada de nada. Las había hecho a ojo, así que me quedo con las ganas de contarlo. Tal vez próximamente. O tal vez no. Con las madres nunca se sabe.

Cambio_changement

He bajado al pueblo escuchando un disco que hace siglo y tres cuartos me grabo special_k, uno de tecnotriste (que diría Algora). Llevaba un cargamento de pantalones cortos y nikis, que buscaban refugio para pasar el invierno. Todo ha sido orden este domingo. Con mi madre hemos hecho un improvisado invernadero donde hemos metido las macetas que ya han cumplido con su temporada. He estado dándole vueltas al asunto y he llegado a la conclusión de que acabamos pareciéndonos a nuestros progenitores (a y b), aunque uno no quiera. Mi madre y yo compartimos una pasión estúpida por las plantas, no tenemos ni idea, pero ahí estamos, transplantando, moviendo de sitio, mezclando… unas veces sale bien y otras pasan rápidamente a los cajones del olvido ¡fiemo para otras!

Justo cuando hemos terminado se ha puesto a llover y todo se ha inundado de ese olor, al que yo me sigo negando a llamar ozono.

To make ganchillo

Sí. Vale. Es cierto. Tengo que reconocerlo. Estoy haciendo ganchillo. Ala, ¿ya estais contentos?. Tampoco es tan raro ¿no?. Toda la vida viendo a mi madre mover el palico ese pues… no es tan raro que a uno le apetezca. Aunque el gusanillo me pico este verano en las pozas, allí entre cremas solares, meriendas improvisadas y salpicaduras varias. Ahora nos hemos organizado un poco y de vez en cuando comemos (sí, porque somos varios), o tomamos café y avanzamos a trompicones. Gran parte de la culpa la tiene nuestra profe (que no le gusta que ponga su nombre en el blog), que nos compra las lanas y los ganchillos, también me regaló el coleccionable ese de ganchillo fácil, que no es que sea muy fácil, todo sea dicho. Además tiene muuuuuuuucha paciencia con nosotros, ¡más majica! así que Sra. Profe. Gracias. Cuando tengamos alguna labor digna, os la enseñaré por aquí, seguro. La foto de hoy es solo para que veais mis (duros) comienzos.

Y ya que estamos hablando de esto… ayer al bostezar ostentosamente en un bar de Ayerbe, una señora me dijo «¡niño vaya mal temple llevamos!» casi con la misma familiaridad que una abuela la semana pasada, al preguntarle por donde caía una dirección me dijo «yo te acompaño que vivo por ahi, amante«. No hay duda, hay algo en mi mirada que me delata. Ellas lo supieron sin que yo les dijese nada. Ellas también hacen ganchillo. Somos uno. No hay duda.

1010 en el 2010

Era el cumple de mi madre, al llegar a casa y apagar el coche me fije en el número que marcaba el cuenta kilómetros 1010. Pensé que esta es una cifra irrepetible y claro de allí a pensar que por extensión todos los momentos son irrepetibles, me llevo dos segundos. No sé, creo que a veces paso por la vida de puntillas y soy incapaz de vivir las cosas con la intensidad que merecen. El ahora es irrepetible y de nada me sirve el buscarle excusas. Y que no se me olvide que a los 10.000 toca revisión.