Me llaman Capuchino. Daniil Jarms

Lo leí en verano, deprisa y corriendo para redactar una reseña. Y no es un texto ligero, precisamente, poque lo parece. Debajo de esa apariencia de subrealismo Dadá y absurdo satírico hay mucho de crítica social. Por algo su autor, el vanguardista ruso Daniil Jarms (pseudónimo de Daniil Ivánovich Yuvachov) fue duramente represaliado por el régimen Stalinista y terminó muriendo en prisión. ¡Ayh! mucho mejor nos hubiera ido al mundo, con unos revolucionarios que enarbolasen pepinos y no tantos trapos serigrafiados, que no nos han llevado a nada. Bueno sí a esto. Que quiero pensar que tampoco es mucho peor. Que absurdo. La verdad.

Viejas que caen. 
Una vieja, excesivamente curiosa, se cayó por la ventana, se estampó contra el suelo y se hizo puré.
Otra vieja se asomó a la ventana y se puso a mirar a la que se había caído pero, por culpa de su excesiva curiosidad también se cayó por la ventana y se estampó contra el suelo.
A continuación, una tercera vieja se cayó por la ventana luego una cuarta, luego una quinta.
Cuando se cayó la sexta vieja, yo me harté del espectáculo y me fui al mercado Máltsevski, donde al parecer, le habían regalado una bufanda de punto a un ciego.

Elena y la vanguardia / a la vanguardia

Ya me encargo yo. Y lo que era una declaración de buena voluntad, se convirtió en una hostia en todos los morros, en una nueva zancada para el siempre voluble mundo de las tendencias. Elena con sus manitas, sus ideas y los materiales que encontró por casa, se cargo de un plumazo lo que tenía visos de ser ya una corriente asentada e imperecedera: el Cuquismo. ¡A cascala  el mundo de los lacitos, el Washi Tape, las tipografías cuidadas, los sellos carvados en ratos muertos frente al televisor y demás handmade del momento!. Y es que las cosas cada vez duran menos. Pero ella le dio la patada.

vanguardia

La tarjeta de cumpleaños de Rqlcas fue el manifiesto del Post-Cuquismo. Una epífania de esta sociedad de principios del XXI condenada a la novedad perpetua. Porque la vanguardia siempre ha consistido en empujar los límites de lo que se acepta como norma. Alterar las estructuras, abordar temas tabú, desordeanar los parámetros… y eso fue lo que hizo Elena. Ponerlo todo patas arriba. El fondo y la forma, con dos bolas de navidad.

¿Sorprendidos? Sí pero no. Porque ya había demostrado aptitudes en alguna de sus anteriores reencarnaciones. Como por ejemplo con su tímida inclusión en la poesía. Esa en la que estuvo en la puerta y cuando apartó la cortina con el dorso de la mano, alguien le llamo desde la otra punta de la calle y para tristeza de algunos… prefirió recular. Y es que como buena vanguardista que es, se empeña en rechazarse a sí misma. Elena busca el silencio. Pero antes su propia autodestrucción. Sigue la máxima de Rimbaud «Hay que cambiar la vida» y lo hace como solo ella sabe hacerlo. Como le da la gana.